No nos engañemos. Los niños de hoy en día aprenden a conjugar los verbos clicar y agregar antes que cualquier otro. Mejor que nos lo tomemos a bien, porque cualquier otro intento nos conducirá irremediablemente a pasar por gente anclada en el pasado. Algo parecido a cuando nuestro padre nos decía que él no tenía tele y jugaba con un caballo de cartón. No os pido que llevéis los pantalones por debajo del culo, pircings en la nariz y sudéis de todo lo que no os gusta, pero una inmersión en Facebook, Twitter o cualquier otra red social nos puede acercar más a nuestros hijos que cualquier otra cosa. De hecho, me entero de cuando mi sobrina tiene novio o deja de tenerlo mucho antes que su propia madre, y eso no sólo me permite darle dos besos cuando la veo y mirarla con cara de “tú ya sabes a qué me refiero…”, sino que además me permite ser el típico tío enrollado que hay en todas las familias; cualquier día de éstos me veis con los pantalones por debajo del culo y calzoncillos Calvin Klein. Es justo decir que no sólo me sirve para lo que acabo de contar, sino que además disfruto de las ventajas reales que tiene para mí, o para cualquiera de nosostros, ultilizar estos medios. Yo mismo tengo relación con gente a través de Facebook con la que difícilmente tendría, ya sea porque están lejos o porque el nivel de relación que hay no permitiría el intercambio que se da en estos medios. Es decir que no sólo estamos delante de sistemas para comunicarnos gratuitos y que nos permiten entender mejor el mundo, sino que encima abren la puerta a nuevos registros de comunicación. Me refiero a que puedes quedar con un amigo o amiga y al regresar a casa mandarle un mensaje que diga “Ha sido agradable hablar contigo”, y difícilmente los llamarías para decírselo, ni mucho menos les mandarías una carta o una postal. Igual que si tuvieras que pasarle a alguien un plan de trabajo no lo harías a través de mensajes, publicaciones en Facebook o en twitts, sino que le mandarías un e-mail, seguramente.
Hace muy poco tiempo costaría mucho creerlo, pero hoy en día puedes tener amistad con personas durante años con los que sabes, o crees saber, que te unen muchas cosas, y no haberlos visto nunca. De la misma manera que se crean lazos afectivos y complicidades a través de twitts, “me gusta” y comentarios en Facebook, para los que hace muy poco tiempo hubieran hecho falta horas de conversación y de haber coincidido en el mismo escenario por una razón o por otra.
En definitiva, tenemos más canales de comunicación abiertos que nunca, pero eso no significa que nos comuniquemos mejor. De hecho, y a riesgo de parecer contradictorio con mi propia defensa de estos nuevos métodos, pienso que nos comunicamos peor. Quizás caigamos en el error de creer que, como tenemos más registros que nunca, tenemos el problema solucionado. Es como pensar que por el hecho de que haya una oferta mucho más amplia en el mundo de la moda que hace 100 años, vistamos mejor. Tenemos mucha más ropa, pero, al final, vestir mejor o peor depende de tener mejor o peor gusto, más o menos gracia y, sobre todo, si tienes un buen físico, mucho mejor. Como siempre. Con la comunicación pasa lo mismo. Podemos pasarnos el día colgando estados en Facebook, twitteando, retwitteando, mandando mensajes o chateando en el Whatsapp, Messenger, señales de humo, telepatía o palomas mensajeras, pero al final seguimos igual que mi abuelo. El método es el mismo de siempre: plantarse delante de alguien y conseguir una comunicación real, con levantadas de cejas incluidas, sonrisas, sonrojos, gestos, etc… Teniendo claro esto, no hay nada de malo en colgar estados en Facebook, mandarnos mensajes, twitts, etc., sabiendo que la comunicación con las personas no se basa en eso. Por lo tanto, si habéis llegado hasta aquí podeis hacer “me gusta”, compartirlo, eliminarlo, rebozarlo o lo que mejor os parezca, pero si tenéis un par de horas para tomar una cerveza, mucho mejor.
¿Retwitteas o compartes?
ResponEliminaNo nos engañemos. Los niños de hoy en día aprenden a conjugar los verbos clicar y agregar antes que cualquier otro. Mejor que nos lo tomemos a bien, porque cualquier otro intento nos conducirá irremediablemente a pasar por gente anclada en el pasado. Algo parecido a cuando nuestro padre nos decía que él no tenía tele y jugaba con un caballo de cartón.
No os pido que llevéis los pantalones por debajo del culo, pircings en la nariz y sudéis de todo lo que no os gusta, pero una inmersión en Facebook, Twitter o cualquier otra red social nos puede acercar más a nuestros hijos que cualquier otra cosa.
De hecho, me entero de cuando mi sobrina tiene novio o deja de tenerlo mucho antes que su propia madre, y eso no sólo me permite darle dos besos cuando la veo y mirarla con cara de “tú ya sabes a qué me refiero…”, sino que además me permite ser el típico tío enrollado que hay en todas las familias; cualquier día de éstos me veis con los pantalones por debajo del culo y calzoncillos Calvin Klein.
Es justo decir que no sólo me sirve para lo que acabo de contar, sino que además disfruto de las ventajas reales que tiene para mí, o para cualquiera de nosostros, ultilizar estos medios.
Yo mismo tengo relación con gente a través de Facebook con la que difícilmente tendría, ya sea porque están lejos o porque el nivel de relación que hay no permitiría el intercambio que se da en estos medios.
Es decir que no sólo estamos delante de sistemas para comunicarnos gratuitos y que nos permiten entender mejor el mundo, sino que encima abren la puerta a nuevos registros de comunicación. Me refiero a que puedes quedar con un amigo o amiga y al regresar a casa mandarle un mensaje que diga “Ha sido agradable hablar contigo”, y difícilmente los llamarías para decírselo, ni mucho menos les mandarías una carta o una postal. Igual que si tuvieras que pasarle a alguien un plan de trabajo no lo harías a través de mensajes, publicaciones en Facebook o en twitts, sino que le mandarías un e-mail, seguramente.
Hace muy poco tiempo costaría mucho creerlo, pero hoy en día puedes tener amistad con personas durante años con los que sabes, o crees saber, que te unen muchas cosas, y no haberlos visto nunca. De la misma manera que se crean lazos afectivos y complicidades a través de twitts, “me gusta” y comentarios en Facebook, para los que hace muy poco tiempo hubieran hecho falta horas de conversación y de haber coincidido en el mismo escenario por una razón o por otra.
En definitiva, tenemos más canales de comunicación abiertos que nunca, pero eso no significa que nos comuniquemos mejor. De hecho, y a riesgo de parecer contradictorio con mi propia defensa de estos nuevos métodos, pienso que nos comunicamos peor.
Quizás caigamos en el error de creer que, como tenemos más registros que nunca, tenemos el problema solucionado.
Es como pensar que por el hecho de que haya una oferta mucho más amplia en el mundo de la moda que hace 100 años, vistamos mejor. Tenemos mucha más ropa, pero, al final, vestir mejor o peor depende de tener mejor o peor gusto, más o menos gracia y, sobre todo, si tienes un buen físico, mucho mejor. Como siempre.
Con la comunicación pasa lo mismo. Podemos pasarnos el día colgando estados en Facebook, twitteando, retwitteando, mandando mensajes o chateando en el Whatsapp, Messenger, señales de humo, telepatía o palomas mensajeras, pero al final seguimos igual que mi abuelo. El método es el mismo de siempre: plantarse delante de alguien y conseguir una comunicación real, con levantadas de cejas incluidas, sonrisas, sonrojos, gestos, etc…
Teniendo claro esto, no hay nada de malo en colgar estados en Facebook, mandarnos mensajes, twitts, etc., sabiendo que la comunicación con las personas no se basa en eso.
Por lo tanto, si habéis llegado hasta aquí podeis hacer “me gusta”, compartirlo, eliminarlo, rebozarlo o lo que mejor os parezca, pero si tenéis un par de horas para tomar una cerveza, mucho mejor.
I és que per contactar o saber, la tecnologia, però per aprofundir i assaborir, la cervesa, o un "free can do it" !!!
ResponElimina:-P